El nuevo Chucky vuelve a la pantalla grande renovado, respetuoso con su versión original, en medio de una sátira al abuso de la tecnología, con dosis equivalentes de humor y sangre, y con audacia para aggiornarse al 2019.
Respetando la premisa original en la que una madre le regala a su hijo un muñeco que, más pronto que tarde, se convertirá en un asesino serial, pero adaptándola a los tiempos que corren, se presenta la remake del clásico de Tom Holland de 1988, como una grata sorpresa, en época de fracasos de adaptaciones / remakes / reboots.
El muñeco, creado por Don Mancini, tuvo 7 películas, con novia e hijo incluidos, y se convirtió en un icónico personaje para quienes crecimos en los ´90s. En esta entrega, los responsables anteriores se desentienden para crear la nueva historia.

“Buddi” es un muñeco que actúa como dispositivo multifunción con conectividad a una app para ser utilizado, además de como juguete y compañía para los niños, como un asistente en línea para controlar equipos electrónicos hogareños, pedir un auto a domicilio, cantar canciones y, por qué no, una burla al vaquero de Toy Story.
Un empleado vietnamita de Kaslan, la fábrica donde se hacen los “Buddi” es violentamente explotado y, como consecuencia, desactiva los protocolos de seguridad de uno de ellos, haciendo que no cumpla con las reglas de moral, educación y respeto que proponían los comerciales.
Chucky ya no es el juguete poseído por el asesino en serie Charles Lee Ray (Brad Dourif), sino un muñeco que tiene desactivadas sus funciones de seguridad. Karen (Aubrey Plaza), la empleada frustrada de una gran tienda en Illinois, encuentra un Buddy al que devuelven, porque supuestamente tiene fallas, y se lo regala a su hijo Andy (Gabriel Bateman), anticipando su cumpleaños. Lo que no saben aun es que el muñeco hará lo imposible para “hacer feliz” al niño. Entre tanto, hay una escena en la que se lo ve copiando una escena de The Texas Chainsaw Massacre 2 (1986) que estaban mirando los chicos, la cual es realmente fantástica.

El guion de Tyler Burton Smith, ya sin intervención de Don Mancini, no recurre a la comedia ridícula de las últimas entregas de la saga, sino que retoma el horror de sus inicios, denunciando la locura marketinera, el consumismo y la dependencia tecnológica.
Dirige el noruego Lars Klevberg, mezclando de excelente manera el terror característico de la saga, lleno de sangre, con la inteligencia artificial. Quizás no asuste como antes, pero entretiene desde un lugar que abraza a las nuevas generaciones.
La película se favorece con su excelente elenco, con Mark Hamill poniendole su voz al muñeco, amigable y aterrador al mismo tiempo, diferenciándose de la anterior de Dourif. Su renovado rostro hizo que, antes de su estreno, sea muy criticado, pero esto en la historia queda sin efecto ya que uno se acostumbra a ese “nuevo” personaje.
Gabriel Bateman (Lights Out, 2016), en el papel de Andy, con una presencia más compleja y más edad que su predecesor.
Aubrey Plaza, como Karen, la madre soltera, se luce en una interpretación memorable, una actriz que viene trabajando de forma distinta, destacándose en películas como Safety Not Guaranteed (2012), Dirty Grandpa (2016) o Ingrid Goes West (2017).
“El muñeco diabólico” triunfa en el submundo de las remakes que tan de moda está y que viene de mal en peor. Es divertida, sin muchas pretensiones más que homenajear a este ícono del terror con sangre y sadismo. Cumple con su objetivo de actualizar la saga de una forma entretenida e inteligente, con un gore bien logrado, sobre todo a partir de la segunda mitad.
En definitiva, la película tiene ese vuelta de tuerca que hace que sea una remake novedosa con un relato que articula la historia original con la propuesta de la inteligencia artificial. Un refresh al muñeco maldito y al cine de terror de este año. Ahora queda esperar la segunda entrega, de la que seguro tendremos noticias pronto.
PUNTAJE: 8/10

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