La segunda película del tucumano Ezequiel Radusky se centra en las relaciones de poder y de compañerismo dentro de la administración pública.
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Todos quieren subir la escalera del reconocimiento, la vanidad y el poder: los que limpian quieren trabajar en oficinas, los oficinistas sueñan con conseguir una jefatura, los directores hacen sentir su autoridad a los jefes con mano dura, los jefes se desquitan con los oficinistas, y los que trabajan en oficinas tratan con desprecio a los que limpian. Esta rueda atroz, activa una maquinaria que en la película se ve a la perfección.
En Planta Permanente queda claro que las estrategias para progresar no siempre son inocentes y benévolas. El pisar cabezas es algo común y corriente, con empleados que actúan por inercia ante una posibilidad de mejora. Todos luchan contra los obstáculos que se les van presentando, pero también luchan contra los errores que ellos mismos van cometiendo. Así, la comedia se vuelve drama. Nos enojamos con los personajes, les queremos decir que no hagan eso, queremos avisarles que lo que se viene es mucho peor y, sobre todo, extrañamos sus buenos momentos. Este juego de contrastes nos hace reflexionar acerca del comportamiento humano ante la ambición, no importa la clase social a la que uno pertenezca.
Lila y Marcela trabajan desde siempre como personal de limpieza de una dependencia estatal. Conocen sus recovecos como nadie y se han inventado una forma de subsistencia -y un sueño- gestionando un comedor absolutamente irregular en un rincón abandonado del edificio. Pero los tiempos cambian: llega una nueva directora -con sus discursos cínicos, plagados de lugares comunes- y con ella las promesas vacías, el cierre del comedor y una ola de despidos que destruyen el precario equilibrio de la vida en el Estado y transforman las tareas cotidianas en una lucha por la supervivencia. Es sumamente destacable la labor del elenco completo, sobre todo el realizado por Liliana Juárez, quien logra un trabajo espléndido componiendo a una mujer rutinaria, pero con sueños silenciosos. La acompaña a la perfección, Rosario Bléfari, su compañera, su amiga, su hermana, con la que los celos y las peleas no son pocas.
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La historia parte de un hecho tan sencillo como pequeño y, sin que nos demos cuenta, se trabaja de tal manera que llega a mostrar la realidad a un nivel macro. Propone una toma de conciencia de realidad sobre la actualidad laboral y cultural que toma forma a partir de los discursos políticos de la funcionaria, con manos vaya a saber manchadas de qué sangre. Estas palabras calan hondo en los escuchas, en las protagonistas que, de amigas pasan a ser competencia, entendiendo que lo que sirve es pisar cabezas.
En síntesis, Planta Permanente es una excelente idea a nivel crítica al sistema laboral, que está bien llevada a la práctica. Buenas actuaciones y un ingenioso guión hacen que se logre una comedia a partir de un tema tan oscuro y serio.
PUNTAJE: 8/10

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