“El príncipe”, basada en una novela de escasa difusión escrita por Mario Cruz en la década del 70, y recuperada por el director Sebastián Muñoz, describe en medio del contexto violento y horrible del espacio carcelario, circunstancias poéticas que conforman las vivencias del protagonista, un joven que es recluido (y sometido de diversas maneras luego) luego de un crimen cometido contra un amigo en una situación, al menos, confusa. La pasión de los cuerpos-objetos, que terminan siendo moneda de cambio o escape, y sitio para la demostración del poder, queda igualada a la hora del intercambio en pos del deseo, y el contacto que remeda el cariño de las trincheras.
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El contexto político que se va abriendo de cara a las circunstancias que derivaran luego de la caída de Allende se ve en pantalla como un adelanto del horror y la muerte: alguien muere y simplemente deja de estar, se convierte en un recuerdo volátil al que ya no es posible aferrarse. Los momentos suaves, alegres, se alternan con los más dolorosos y el afuera deja de distinguirse del adentro, en un ida y vuelta que parece no mostrar salida alguna. Enfrentados por su propio miedo y dolor, quienes habitan y dan vida a este cuento se ponen de un lado, del otro, o de ambos a la vez, encontrando, o tratando de hacerlo, el lugar más cómodo en que serán serviles o enemigos de un sistema que nunca deja del todo contento a nadie. De modo que funciona como alegoría de la vida y el contexto social, económico, político, de una era que en el tiempo en que la película está ambientada, aún estaba por venir.
La imitación burda del espacio carcelario que hemos visto en algunas producciones, sobre todo televisivas, queda atrás y lo que se ve en la reconstrucción del espacio ficticio en que la historia sucede, es cruel pero honesta y se vincula de manera creíble con los protagonistas de un cuento que podría ser de horror si no fuera en muchos casos real. Al mismo tiempo genera preguntas sobre la vida, la construcción social y política, elementos que en ocasiones, son los que generan más dudas entre quienes, a diario, procuran llevar adelante sus pesadas y dolorosas existencias.
“El príncipe” dirigida por Sebastián Muñoz, y guionada por el director junto a Luis Barrales narra las vivencias de un joven recluso, en un contexto que funciona como alegoría de la vida y el espacio social, económico y político de una era que en el tiempo en que la película está ambientada, aún estaba por venir.
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