El Festival de Cine sobre Diversidad Sexual y Género “ESPACIO QUEER” se dispone como un mapa audiovisual a recorrer cuyos puntos cardinales podrían ser la sensualidad, la violencia, la afectación y la subjetividad. Se extendió sobre tierras platenses del 5 al 6 de septiembre ofreciéndose durante 24 horas corridas a experimentados exploradores, excursionistas, y hasta turistas inexpertos como quien relata.
Ya desde el spot publicitario se sugiere la idea de inmersión/emergencia, de nacimiento. Velos, líquidos, cuerpos difusos en movimiento; todo lo cual parece una metáfora anticipada de la experiencia que ofrecieron. La velocidad y la intensidad del programa, la sucesión de imágenes y relatos ininterrumpidos en la misma sala, devino una atmósfera densa de la cual luego emerger a lo de todos los días/noches. La particularidad del formato, y de la ciudad de La Plata, permitió ver una rotación permanente de espectadores en todos los horarios. Hubo quien hizo la previa en el festival, quien vino a media noche, quien cayó para el desayuno, y quien, en plena rutina dominguera, cruzó de la plaza al Centro Cultural Islas Malvinas a curiosear el territorio queer. El festival funcionó como un territorio de márgenes abiertos, porosos, inserto en el medio de la ciudad y sus rutinas, un dispositivo cultural efectivo y eficiente en medio de la velocidad y fluidez que frecuentamos.
Balizada por accidentes cinematográficos de peso, la cartografía de Espacio Queer tomó forma de programa en el que cortos y largometrajes convivieron organizados en el “Panorama internacional” y la “Competencia de cortometrajes”. “Amor Eterno” de Marcal Florés fue el accidente inaugural, y marcó la tónica del espacio. Una inquietante oscuridad, el halo fantástico de un bosque donde se vive el deseo, la obsesión, el tabú y el fetiche, la impiadosa adolescencia y la muerte. Destacable e inquietante en esta misma tónica, pero con las tintas mucho más cargadas sobre lo fantástico, y las obsesiones, “Felt” de Jason Banker, se erigió en el tercer lugar del panorama internacional llegando a la mitad de la noche.
En el prime time, y quizás como plato fuerte y convocante del evento, la proyección de la reciente “Mariposa” de Marco Berger – quien participó de la proyección y se prestó a un deslucido intercambio, y no por falta de brillo del público. También aquí, y como ya nos tiene acostumbrados, la tensión, el deseo irresuelto, la subjetividad cuestionada en el encuentro con el deseo de los otros, en su capacidad de afectar. A sala llena, dejó luego el territorio plagado de excursionistas ávidos del encuentro que, sala afuera, ofrecieron con sus ritmos “Franca” y el más bailable “Chico Ninguno”. Aunque faltó la barra, cada quien fue llegando con sus provisiones, y cuando la fiesta hizo falta – porque “si no puedo bailar tu revolución no me interesa” – hubo quienes se apropiaron sin permiso de la sala donde había tenido lugar el cóctel de apertura, recreando otro espacio para la sensualidad, la afectación y el agite subjetivo.
La competencia de cortometrajes, repartida en tres programas convocó gran cantidad de espectadores, incluida la participación de algunos de los directores. Tónicas diversas, contrapunteadas con lo lúdico de la corta duración y del uno-tras-otro, aportaron humor y color a la atmósfera un tanto oscura de los largometrajes. De particular belleza fueron “Nosotros, ustedes, ellos” de Pavel Marcando, con un registro excelente de los detalles mínimos del encuentro de dos cuerpos una mañana de sol, “You are free” de James Fanizza (Canada), el sensual plano secuencia de “Equilátero: feriado” de Jonatan Villar y los ribetes almodovarianos de “Tú, yo, baño sexo, ahora” de Francisco Lupini y “Um estranho ninho” de Mathius Heinz.
El mapa –aunque sería efímero – tuvo con qué señalar algunos hitos históricos. Convocados como cartógrafos expertos, Santiago Loza, Dani Umpi y Jowi Campobassi, seleccionaron a “Hijas del Río” de Segundo Arregui (Argentina) como mención del jurado, “Zulema” de Ángel Molina Navarro (Paraguay) como mejor cortometraje internacional y “Diseminar” de Camilo Polotto (Argentina) como mejor cortometraje nacional. El cartógrafo popular también tuvo su oportunidad y otorgó a “Aventurerxs” de Diego Leone (Argentina) el premio del público.
La multitudinaria invasión final, antes de evanescerse el territorio queer y desperdigarse como microinvasiones por el territorio bonaerense, fue convocada por Miss Bolivia con sus pertinentes letras de ambiguas marcaciones genéricas y sus pistas de latina sensualidad aptas para el perreo y el sudor general.
El Festival de Cine sobre Diversidad Sexual y Género ESPACIO QUEER, en su segunda edición, se dejó ver por su calidad y convocatoria, pero también por la ductilidad de su formato. Si, al decir de algunos que quizás no vienen a cuento, la tarea del cartógrafo es la de captar los flujos que animan un territorio, no para representarlos y retenerlos, sino para intensificarlos y potenciarlos creando nuevos territorios al mismo tiempo que se los recorre, ESPACIO QUEER, como dispositivo cartográfico, parece venir a buen paso.
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