A propósito de la discusión sobre la ley del aborto, hemos querido encarar este asunto desde otro vértice, particularmente desde una película argentina que se estrenó en marzo de este año: se trata de “Invisible”, dirigida por Pablo Giorgelli (“Las Acacias”). La cinta aborda un embarazo adolescente no deseado desde un punto de vista único.
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La película cuenta la historia de Ely (Mora Arenillas) quien, con 17 años, queda embarazada producto de una relación con un compañero de trabajo bastante mayor que ella. La protagonista trabajaba a esa edad para poder mantener a su madre, que sufre de depresión crónica; eso obliga a Ely a hacerse cargo de la manutención del hogar. Esta combinación de elementos la colocan en una situación de extrema soledad frente a un problema muy complejo: un embarazo adolescente.
Su decisión queda planteada en los primeros diálogos: “No lo quiero tener”. Lo repite con regularidad frente a los distintos encuentros que va teniendo, con las distintas pequeñas relaciones que tiene el personaje.
Uno de los ejes en los que se basa esta historia es en demostrar lo perverso de sistema. Ely está embarazada, no lo quiere, y lo dice muchísimas veces cuando la atiende su médico; sin embargo, él no la escucha y simplemente le sugiere lo normal (y entendible también): comenzar los controles. Ella, a pesar de eso, repite que no lo quiere, y el médico (al cual nunca le vemos la cara) le da como única solución una derivación a un psicólogo. La pregunta es: ¿para qué, si es una decisión tomada? Ella siente que ahora no es el momento, o que tal vez nunca lo sea, pero que al menos en esa parcela de su vida ser madre no es una opción.

La protagonista se logra desempeñar muy bien en su actuación, entre la infancia y una adultez joven, demostrando la soledad que rodea a su personaje y que para una chica de su edad es evidente. Llega a su casa a la noche después de la escuela y va a trabajar, se cocina, nadie la espera despierta, apaga las luces encendidas por su madre, que está dormida. Y esta rutina se repite. La soledad familiar y la ausencia del Estado se hacen evidentes ya en estas secuencias, que transcurren durante los primeros cinco minutos de la película.
La historia es tan simple por momentos que parece sacada de un caso real. Las situaciones son claras, tan desconocidas por el grueso de la población que resultan hiperreales (considerando que el aborto está penalizado). Lo que sucede casi que no puede ser de otra manera, pero nunca cae en el cliché, porque lo invisible aquí es eso, aquello que existe pero que la mayoría no ve.
Ely tiene miedo. La única persona que la ayuda y con quien puede hablar de forma franca es su amiga; una persona de su edad. No existe un adulto en la relación que tiene con el hombre mayor. A pesar de ello, actúa tranquila y fría. Ely no es más que una cosa de paso para él. Cuando se decide por abortar, él se hace cargo de la parte económica, pero apenas la acompaña a la puerta de la “clínica”. El resto queda en ella. La clínica, a pesar de ser un lugar con experiencia en estos casos, no la contiene y la deja sola con las piernas abiertas. El médico se demora, y nunca se presenta antes de la operación. Ely duda, y no tiene nadie con compartir su angustia.

Existe una gran posibilidad de que esta misma situación se repita con cualquier mujer, en cualquier momento; al menos, hasta que la ley lo permita, y lo invisible se haga visible para todos.
No pierdan la oportunidad de ver “Invisible”; nos mostrará algo que nadie quiere vivir.
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