Kingsman nos sumerge en una película “retro” desde el ahora. Y es explícitamente “retro” ya que el agente secreto, Colin Firth (El Discurso del Rey), y su contrafigura, Samuel L Jackson, (Pulp Fiction, Los Vengadores) recuerdan en un diálogo sobre cómo eran las primeras películas de James Bond, con refinamiento y humor, junto a un villano rico y megalómano, que quiere conquistar el mundo.
Y es retro ya que también hace referencia a Bond y a la vieja serie inglesa de Los Vengadores, con espías bien trajeados, que saben la diferencia entre las bebidas, en una Londres siempre retro, pero a la vez actual, con esos taxis negros gigantes y sus colectivos rojos de dos pisos.
Además, como aquellas películas y series de los 60’, esos villanos excéntricos y millonarios solían tener sicarios con algún tipo de cualidad, ya sea mandíbulas de metal, sombreros voladores que podían cortar la cabeza de un monumento, o atléticas luchadoras. En este caso, es una bella mujer con pies como cuchillas de acero, que utiliza de manera despiadada contra sus rivales.
Además, no faltan las referencias a las “armas secretas” que tan bien le hicieron a Bond, a Flint, o a El Agente de Cipol, como una lapicera que lanza dardos, un paraguas con escudo anti-balas, o un encendedor que es una granada.
Un dato para los que tenemos más de 40 años: el ingreso al cuartel central de los Agentes de Kingsman desde un probador de una sastrería remite, de manera ineludible, al emblemático ingreso de El Agente de CIPOL, aunque en ese caso el probador estaba dentro de una tintorería.
Claro que el director Mathew Vaughn (Kick-Ass) no hace un show de la nostalgia. No hace una “película vieja”, ahora. Desde lo narrativo, la elección del joven Taron Egerton le brinda la frescura que necesita la película. También el contexto de una familia disfuncional, una Inglaterra de lúmpenes, la relación del protagonista con otros jóvenes aspirantes que lo critican por su origen humilde, le dan un marco actual, con cierto tono de sordidez que no tenían las películas y series de los 60’.
Y además, las peleas filmadas al mejor estilo Matrix, cierta estética en las luchas y persecuciones como tienen los videojuegos, le dan el tono actual que requiere una película del género, luego de realizaciones como la trilogía de Jason Bourne.
Basada en el cómic de Mark Millar y con el mismo título, la película dirigida por Vaughn muestra cómo una organización secreta británica de espionaje recluta jóvenes de la calle para la agencia, mientras al mismo tiempo trata de acabar con Valentine (Jackson).
Por todo esto, y porque la película comienza en una región montañosa de… Argentina, Kingsman merece una visita al cine.
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