A veces, las decisiones más improvisadas terminan con resultados muy satisfactorios. La prueba más reciente de eso es toparme con “Cobra Kai” y verla solo para matar el tiempo. Sí, sabía que esta serie era original de YouTube. Sí, he visto “Karate Kid” (1984) y su secuela algunas veces, pero no era el mayor fan. Digamos que esta serie no estaba en el radar para mí, no tenía interés en verla. Después de ver las dos temporadas de la serie ya disponible en Netflix y con una tercera temporada confirmada, me vi en la necesidad de hablar de esta serie. No sólo funciona para los fanáticos de las películas, sino que también funciona para aquel que no conozca la historia.
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Después de que esa “patada ilegal” alzara a Daniel LaRusso como campeón, también arruinó la vida del rival, Johnny Lawrence. 34 años después, el trauma sigue ahí. Acabado, entregado al alcohol y pensando que está destinado al fracaso (en comparación con el éxito de Daniel como un vendedor exitoso de coches), Johnny parece no tener remedio, ni una razón para vivir. La llegada del joven Miguel Díaz a la vida de Johnny le brindará los ánimos suficientes para revivir el dojo de Cobra Kai y formar nuevos alumnos con las enseñanzas crueles y poco ortodoxas de su sensei. Enfrascado en ideas anticuadas y con el factor de no saber cómo funciona el mundo de hoy, Johnny usará la fuerza y la rudeza para sobresalir con su dojo, además de ver realmente que, con esos chicos, puede mejorar no solo como sensei sino también como persona. Pero hay alguien que no está contento con el resurgimiento de Cobra Kai: Daniel LaRusso, quien en un principio hará todo lo que esté en sus manos para impedir que el dojo y el bully que le hicieron la vida imposible resurjan, aunque también tendrá que lidiar con sus propios problemas. Así retornará una rivalidad de hace décadas, pero con nuevas adiciones.

Esta serie funciona como secuela de una saga muy simplista: los buenos eran muy buenos, los malos eran muy malos. Había esboces de tridimensionalidad, pero no se exploraron del todo. Lo que logra Cobra Kai es darle profundidad a un villano como Johnny, convirtiéndolo en el anti-héroe y dándole matices a un héroe como Daniel, mostrando sus imperfecciones. Johnny y Daniel no son hombres buenos ni malos: son humanos, con virtudes y defectos. Darles una dualidad, tratándose de una secuela directa, es algo completamente sorprendente, algo a lo que toda secuela debería aspirar. Traer de regreso a William Zabka y Ralph Macchio (ambos excelentes en pantalla) es el broche de oro. Hay un enorme factor nostalgia que está bien ejecutado, pues sirve para dos cosas: dar un contexto para los que se inicien en esta historia, y burlarse. Ojo, no todo es lustrar y pulir con movimientos de Karate; también brinda nostalgia a los fanáticos a través de cameos, recuerdos de momentos épicos y música de los 80. Pero la serie va más allá.
Los creadores Jon Hurwitz, Hayden Schlossberg y Josh Heald realmente tienen una devoción por esta saga; lo delata su impecable atención a detalle, tanto para los protagonistas como para los cameos. Hay un enorme corazón en esta serie, que hace juego con unos buenos golpes: las escenas de pelea están bastante bien logradas, especialmente la pelea del final de la segunda temporada en la escuela, que si bien puede resultar absurda, bestial y emocionante, también está muy bien coreografiada e incluye un pequeño plano secuencia que no está nada lejos del de la serie Daredevil.

Además de estos logros, podemos decir que la serie no fue creada exclusivamente para los fanáticos: también atrae a nuevas generaciones, pues introduce a personajes como Miguel, Robby (el hijo de Johnny) y Sam (la hija de Daniel). Estos tres en especial son los que sostienen la serie con sus respectivos arcos. Todos los personajes aquí están muy bien escritos y tienen desarrollo propio. Es verdad que lo hacen medio novelesco y adolescente, pero conectas rápidamente con ellos, porque hay un mensaje que destaca: el tema del acoso escolar. Esto toma fuerza a través de personajes que son hostigados en la escuela por ser nerds o por su apariencia física. Lo interesante aquí es que refleja cuán drástica puede ser la transformación de alguien débil y miedoso a alguien que se vuelve rudo y agresivo. Han perdido el piso y eso afecta gradualmente la actitud, la imagen y las relaciones que tienen con los demás, y esto es lo que detona las problemáticas de la serie: la rivalidad de Daniel y Johnny se contagió y pasó a ser también la rivalidad entre los estudiantes, unos con enseñanzas bruscas y otros con defensa personal. Se nota demasiado con algunos personajes secundarios.
Comparada con la saga de películas, la serie invierte los papeles de sus protagonistas con el fin de poner a Johnny como protagonista y darle más empatía con el hecho de saber el por qué de su actitud, de su manera de enseñar. Le ingresan matices y momentos emotivos, con una conexión latente con Miguel, quien lo motiva a seguir. Mientras tanto, Daniel no es el villano sino que, al igual que Johnny, sigue enfrascado en una rivalidad que se basa en malentendidos, pues no saben la verdad de uno ni del otro; solo la sabemos nosotros como espectadores, aunque Johnny todavía tiene mucho que aprender como persona y como sensei, gracias lo que el señor Miyagi le dejó: una esencia constante en la serie.
Todos los actores están geniales en su rol, es una bomba de entretenimiento puro en sus dos temporadas de diez episodios cada una. De no ser por Netflix, ni la hubiera visto. Me alegra que su reconocimiento haya aumentado porque lo merece; así debe hacerse una secuela, en cualquier medio: expandiendo su mundo y unificándolo con las nuevas generaciones para brindar mucha diversión.
Cobra Kai no solo le rinde honor a la saga original, sino que también expande y profundiza su historia, combinándola con una nostalgia bien ejecutada, personajes bien escritos y genialmente actuados y un ritmo estupendo, además de un concepto al que cualquiera es bienvenido, ya sea que hayas visto la serie o no: es una serie que golpea primero, golpea duro y sin piedad al corazón del espectador.
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