Los policiales en el cine argentino son quizás un género fuera de lo común y “Roman”, la ópera prima de Eduardo Meneghelli, sale a las pantallas del país con altos y bajos, razonables para una primera intención.
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Román es policía y un hombre fundamentalista en todos los aspectos de la vida, a tal extremo que siempre almuerza en el mismo lugar, no va a reuniones sociales, le gusta mucho su trabajo en la calle y no quiere nada más, entrena su cuerpo con intensidad y regularidad siempre en el mismo gimnasio, a la misma hora. Casi todo esto está resumido en la primera escena, pero de todas formas la película se toma bastante tiempo para explicar el carácter del personaje, el cual está muy bien construido, incluso con una iluminación que lo distingue a él en cada espacio de su vida: el gimnasio, la noche como policía, su casa con su canario y el lugar donde almuerza con su amigo. La presentación del personaje es buena, pero por momentos redundante.
El conflicto de la película radica en el hecho de que su amigo, un hombre grande (Horacio Roca) tan simple como él, pierde a su madre que concurre al mismo templo evangélico que Román, y ésta, como última voluntad, le dona su casa en un testamento “non santo”. Román se debate entre dejarlo pasar éste hecho como uno más del sistema que el tanto aborrece o ser policía y juez, al estilo superhéroe. El camino es casi obvio, pero no menos interesante.
La película, buena en muchos puntos, deja tal vez su momento mas interesante un poco flojo: las escenas de acción contra el antagonista, el pastor del templo (Carlos Portaluppi) quedan a medio hacer. Un personaje como el que interpreta Gabriel Peralta merecía otro tipo de final y quizás, tener una serie de escenas de acción que confluyan con lo que creo para el personaje junto al director del film.
Completan el elenco Nazareno Casero, Horacio Roca, Arnaldo André y Aylin Prandi.
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